Edipo y Maternidad
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Marcelo: Soy Carlos de Andalucía; hace dos años te envié un mail y gentilmente me ayudaste con un caso que te comenté en la Facultad. Te quería hacer una pregunta con respecto al Edipo femenino. En tu opinión; ¿piensas como Freud que la única salida al Edipo de la mujer es la Maternidad? Un gran abrazo!
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Hola Carlos. No: para nada pienso eso. Y por varias cuestiones. La praxis de nuestro oficio lo puede atestiguar en lo cotidiano: tenemos madres analizantes, en el diván; es decir: ser madre no garantiza no ser neurótica. Ahí hay una diferencia muy importante entre la clínica freudiana y la lacaniana. Veamos:
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Primero –y como sabemos- no hay un “instinto de madre”, como muchas psicologías o incluso la puericultura nos quieren hacer creer. No hace falta aclarar mucho al respecto, la realidad nos lo atestigua: hay mujeres que no son madres-biológicas y hay otras que aún siéndolo no pueden aceptar, “adoptar”, a ese producto infans.
Primero –y como sabemos- no hay un “instinto de madre”, como muchas psicologías o incluso la puericultura nos quieren hacer creer. No hace falta aclarar mucho al respecto, la realidad nos lo atestigua: hay mujeres que no son madres-biológicas y hay otras que aún siéndolo no pueden aceptar, “adoptar”, a ese producto infans.
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Segundo; y esto relacionado con lo anterior: si bien es cierto que la mujer debe producir la ecuación freudiana falo=niño esa hipótesis fálica no siempre se verifica. Es decir: la Madre no siempre dona la falta. Esta ecuación la Madre la recibe sólo a condición de tener elaborado un Padre-Muerto en su Edipo. Es decir que el Nombre-del-Padre en realidad debería estar operando en esa Madre la cual va a dar, como se dice habitualmente, su hijo no a su Hombre sino a su Padre: el Padre como función operando en la Madre. Ahora: esa deuda ¿la Madre, cómo la transmite? Como decimos habitualmente, la dona conjuntamente con la Pulsión (que no viene dada del origen, de ahí que el autista-vero no la posea) y a través de su deseo: de su voz y de su mirada; pulsiones que interactúan conjuntamente. Si se deja a un niño en un moisés y se le habla desde lejos mientras se limpia la casa o se lava los platos; el niño (al igual que lo que le pasa al psicótico) no sabe de dónde le viene la voz… Las pulsiones deben estar intrincadas conjuntamente…
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Siempre digo que si una madre amamanta a su hijo –pongamos por caso, en un tren, de apuro por cumplir el horario que la puericultura le aconsejó; o simplemente porque quiere calmar del llanto a su hijo- pero mientras tanto está peleándose con su marido; eso –entonces- no es dar-la-teta; eso sería pasarle alimentación. Por eso no hay que caer en ese psicologismo de que la madre si no dio la teta es una madre “poco instintiva”; no se trata de la teta o del biberón; se trata del modo de posicionarse –con el deseo- frente al otro. Esto también pasa en las relaciones amorosas; no se trata sólo de un contrato o de un régimen de acomodación entre partes; si en el vínculo no hay deseo estamos en la misma posición de rigidez y neurosis donde el vínculo puede ser un mero constructo entre dos vecinos que comparten –en este caso- hijos comunes. Esto, se escucha en nuestros consultorios, los hijos lo perciben inmediatamente. Es decir, si los padres andan bien, los hijos andan mejor.
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Finalmente: como sabemos, en el sujeto –anclado en la cultura- prima lo simbólico. Por tanto Maternidad o Paternidad son funciones del álgebra simbólica: se puede acceder a ellos con otros “productos” de nuestra cultura; de ahí que un Hijo no es más que un título: al igual que el título de Padre, o de Abuelo, o de Hermano. Y, como sabemos, un título no es sólo un rótulo: se adquiere –se gana- a partir de los significantes que se juegan en el teatro de esta Vida. Hay niños, por ejemplo, que no pudieron pasar a la categoría del Significante y se quedaron en el Signo: no significan nada para nadie. De ahí que –siguiendo a R.Spit- si el niño no coloca en el octavo mes la sonrisa y la dirige exclusivamente a su Madre, a o la Niñera en cuestión, podríamos empezar a preocuparnos y pensar que no ha podido localizar “el apetito cocodrilezco” de ella que, como dice Silvia Amigo, se encuadra en una paradoja fálica: un apetito que desiste de tragar.
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Un cordial saludo, marcelo-
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