del deseo

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El deseo no es nada sin su devenir y su despliegue, su encarnadura: si bien es indestructible, se sustancializa en un objeto sensible. Por eso, se debe dejar que “el deseo diga” sin que el analista se asuste o repruebe o condene, pues es la culpa la que funda todos los sistemas morales.
En resumen. El deseo orienta, marca direcciones en relación a la sexuación y no es una acción predicable sobre el sujeto. El deseo vincula con la falta -vacío del origen, exiliado del Uno-, nos hace consistir en la propia inconsistencia, es decir, no se puede ser uno consigo mismo: esta errancia nos coloca siempre más acá o más allá de nosotros. Así, si el deseo es el sello de lo incompleto humano es testimonio también de la primera dependencia respecto a ese Otro, dependencia que posibilitó y limitó, fragilidad que, como la muerte, aterra y organiza. Por eso, el deseo molesta. Pone en una línea de sometimiento por fuera de todo lo que es la voluntad, es decir, que la voluntad es lo contrario al deseo. Sometido a la insatisfacción a los objetos patológicos, al placer, etc., impone la lucha, obliga a escribir sin descansar. Recordemos lo que Lacan advierte varias veces en su obra, que el objeto a resta al Uno, es decir, que lo pone en relación con lo inconmensurable, donde no hay patrón de medida genital.
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Lacan observa que la clave de la moral kantiana consiste en que el sujeto esté atado a la Ley cuando ya no haya objetos patológicos, que es lo mismo que decir que cuando el deseo y el amor queden fuera de juego o cuando ya no tengan nada que ver con el sujeto o cuando ya no haya pasiones que perturben, entonces sí, en un sujeto expuesto a la apatía, sin ningún sentimiento, Kant encontrará la ley pura. Ya que toda ambición kantiana o sadiana que pretenda anular las particularidades, las peculiaridades de un sujeto, advendrá -lo quiera o no- en una especie de totalitarismo..

Es el caso de las teorías adaptativas, correcciones de las fantasías o cualquier teoría madurativa que seguramente derivaran en un “terrorismo terapéutico”, gerenciador de lo real que en sus oficinas busca la eliminación o la limpieza de los restos. El campo de esta gerencia es el campo de las certezas y no el conjetural. Campo de lo universal sin pasaje a lo particular, que toma la posición de que todo puede ser colonizable.

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Jorge Luís Leiva
Del deseo
Escuela Freudiana de Buenos Aires.
Septiembre de 2008.

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