Cuerpo afectado por la palabra quebrada
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Tomemos el ejemplo clásico del sueño: lo que al psicoanalista interesa no es el sueño en sí no los tradicionales símbolos oníricos y su desciframiento. No; nuestra espera se sitúa en otra parte: se trata de escuchar cómo el pacientes nos cuenta su sueño y, sobre todo, cómo no logra contárnoslo bien. Lo que interesa (…) son las rupturas del relato, los olvidos o las vacilaciones en la recordación de tal o cual detalle del sueño. Pero sería erróneo creer que el psicoanálisis se reduce a fenómenos del lenguaje. Es cierto que opera exclusivamente por la palabra, pero esta carece de todo valor analítico si no es una palabra quebrada y vacilante. Es preciso destacarlo: la palabra sólo nos interesa, a nosotros analistas, cuando tropieza y desfallece. Esto sin embargo no basta para que haya acontecimiento; además es preciso que exista sufrimiento, es decir que el cuerpo resulte afectado por un hablar así, de palabra quebrada.
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El psicoanalista acaso se vea llevado a interesarse por la vida social de su paciente, por una enfermedad del cuerpo o por los fenómenos psicológicos de conciencia. Para él, empero, ninguno de estos registros representa otra cosa que el contexto del acontecimiento. No es ni lingüista o sociólogo, ni médico o psicólogo. Para que psicoanalista haya, hace falta mucho más que un diván y un sillón, un fluyo de palabras y su escucha: hace falta que esta palabra esté quebrada, y que esto afecte al cuerpo. Estas dos instancias, referida una al lenguaje y referida la otra al cuerpo, encuadran el campo específico del psicoanálisis. Este deja a otras disciplinas el examen del estatuto psicológico, social y biológico del ser, y como objeto propio retiene sólo el ser que habla y que goza. (…) Así la experiencia analítica, definida por el encuentro, por el punto singular de encuentre entre una palabra desfalleciente y un cuerpo gozante, constituye efectivamente la base puntual sobre la que se levanta el edificio teórico del psicoanálisis.
JUAN DAVID NASIO
Los ojos de Laura, seguido de una Introducción a la topología psicoanalítica
Primera Parte: La Transferencia
Cap. I: Dos proposiciones y una tesis sobre la transferencia en análisis
Amorrortu Ediciones; Bs.As.; 1997.
El psicoanalista acaso se vea llevado a interesarse por la vida social de su paciente, por una enfermedad del cuerpo o por los fenómenos psicológicos de conciencia. Para él, empero, ninguno de estos registros representa otra cosa que el contexto del acontecimiento. No es ni lingüista o sociólogo, ni médico o psicólogo. Para que psicoanalista haya, hace falta mucho más que un diván y un sillón, un fluyo de palabras y su escucha: hace falta que esta palabra esté quebrada, y que esto afecte al cuerpo. Estas dos instancias, referida una al lenguaje y referida la otra al cuerpo, encuadran el campo específico del psicoanálisis. Este deja a otras disciplinas el examen del estatuto psicológico, social y biológico del ser, y como objeto propio retiene sólo el ser que habla y que goza. (…) Así la experiencia analítica, definida por el encuentro, por el punto singular de encuentre entre una palabra desfalleciente y un cuerpo gozante, constituye efectivamente la base puntual sobre la que se levanta el edificio teórico del psicoanálisis.
JUAN DAVID NASIO
Los ojos de Laura, seguido de una Introducción a la topología psicoanalítica
Primera Parte: La Transferencia
Cap. I: Dos proposiciones y una tesis sobre la transferencia en análisis
Amorrortu Ediciones; Bs.As.; 1997.
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