intolerancia ontológica

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En mi libro El juego de las fantasías, hay un capítulo sobre el fenómeno de la llamada interpasividad: cómo tus experiencias más íntimas y secretas, tales como las creencias o incluso la risa, pueden practicarse a través de los otros. Mi ejemplo favorito es cómo nos gusta reírnos de la llamada “gente primitiva”, que tiene la costumbre, cuando muere alguien, de contratar a una “llorona” para los velorios. Nos reímos de cuán inauténtico esto es. Pero, ¿no hacemos lo mismo cuando miramos las series norteamericanas, donde aparece el sonido de una risa artificial, de gente que se ríe por vos, en los momentos graciosos? Esto es lo que Lacan quería decir con el “sujeto descentrado”. Es paradójico: para Lacan existen algunas creencias y actitudes que no podemos nunca asumir en primera persona. Para ir incluso hasta la obscenidad, en uno de mis libros hice un análisis detallado de la estructura de los inodoros en Occidente. Son, en un sentido, ideología encarnada. Se podría demostrar que los inodo-ros franceses son “jacobinos”, los anglosajones son “pragmáticos” y los alemanes son “metafísicos”. Esto es lo que me interesa más y más: no las grandes hipótesis explícitas sino los actos cotidianos donde funciona la ideología.

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Ya que hablamos de inodoros recuerdo una frase que usted cita de Lacan: “¿Cuál es la diferencia verdadera entre el ser humano y el animal? Lo que hacemos con los excrementos, con los restos no asimilables”. Los seres humanos estamos obsesionados con desacernos de esa parte “real” de la naturaleza, y su “expulsión” termina dándoles una categoría ontológica.

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Sería interesante leer en este sentido los films de Hitchcock. Porque ahí todo el problema está en los inodoros. Toda la mierda volverá un día. Es una ontología de lo cotidiano: aunque lo sabemos racionalmente, la mierda no desaparece. De una manera es eliminada de “nuestra” realidad, y uno no piensa en eso. Está en otro nivel. Es en este sentido de la ontología de lo cotidiano que debe estudiarse el racismo: ¿qué nos molesta de los otros?, ¿cuándo nos volvemos agresivamente racistas hacia los otros? Hay algo de una ontología fundamental en cómo percibimos a los otros. Nunca se trata de una explicación superficial, pseudomarxista, de los intereses económicos. Es casi como con la mierda: una intolerancia ontológica. Siempre pensé que los racismos tenían que ver no con la alteridad radical sino al contrario, con lo que Freud llama el narcisismo de las pequeñas diferencias...

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SLAVOJ ZIZEK
Entrevista de Eduardo Grûner
Pàgina/12 Web
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