Valer la Pena

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Sé que hago mal diciéndote por carta lo que voy a decirte. Pensé hablarte antes de venir aquí, y no tuve valor. Y desde hace ocho días vengo diciéndome a mí misma que hablaré contigo cuando vuelva a Lisboa, pero tampoco tendré valor. No es que yo piense que vas a sufrir. No es que sienta que me costaría más de lo que siempre cuestan estas cosas. Hemos vivido ya mucho los dos, o lo suficiente para que no haya grandes novedades, pero la verdad es que resulta difícil mirar a una persona a la que hemos querido, y decir: «Ahora ya no te quiero». Es esto lo que tenía que decirte. Ya no te quiero. Podía limitarme a estas palabras. Están escritas y me siento muy aliviada. Aún no he echado la carta al correo, pero es como si ya la hubieses recibido. No voy a volverme atrás, y por eso, quizás, he resuelto arreglar esto por escrito, por carta, de lejos. Si estuviera junto a ti, tal vez no tuviera valor. Así, tú aún no lo sabes, pero yo sí lo sé ya: ha acabado lo nuestro. ¿Te sorprende esta decisión? No lo creo. Desde hace un tiempo, o quizá desde siempre, te veo huidizo, reservado, encerrado en ti mismo, como si estuvieras en medio de un desierto y quisieras estar en ese desierto. No me quejo. Nunca me empujaste fuera de tu vida, pero aunque yo no sea muy inteligente, las mujeres presentimos y adivinamos. Abrazarte es notar que no estás ahí, y es algo que he soportado durante un tiempo. No soy capaz de soportarlo más. Te ruego que no quedemos como enemigos. No tenemos tampoco por qué quedar como amigos. Tal vez yo aún te quiera, pero no vale la pena. Tal vez aún me quieras, pero no vale la pena. El que no valga la pena es, creo yo, lo peor de todo. Las personas pueden amar y sufrir mucho por eso, pero vale la pena. Ésas deben conservar el amor que tienen, incluso sufriendo más. Nuestro caso es diferente. Tuvimos una relación como muchas, que acaba como merece. Soy yo quien decido, pero sé que también tú deseabas acabar. Pese a todo, estoy triste. Todas las cosas podían ser diferentes de lo que son si no les faltara la diferencia, esa diferencia de las cosas, lo que las distingue. Me doy cuenta de que estoy escribiendo demasiado. Adiós. Adelina. P.S. — Creo que debes seguir escribiendo. Perdona. No tengo derecho a decir esto, dado que tu vida ya no me afecta. Pero ¿me afectó alguna vez?
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José Saramago
Carta de Adelina
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