Después de la Ficción...
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Después de las Mentiras…
“Usted no será de esas que viven en la sala de espera; ¿verdad? ¿Qué sueño espera cumplir todavía?”
Brian Friel; AfterPlay.
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Los personajes de Chèjov “comen, beben, galantean, dicen tonterías, pero mientras tanto se van forjando su destino”. Así lo expresó su creador alguna vez: así aparecen: rodeados de aparente trivialidad, de un in-mundo que los acecha, de golpes de martillos en la lejanía, de puertas que cierran y abren, de monotonía, de rutinas y de sueños…
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Empujada por el fantasma del imposible amor al Dr. Astrov –cuyos “brillantes ojitos azules” rememora llorando- con su lucha, con sus limitaciones, con su rostro tierno y sufrido, con sus rasguños y con su soledad; Sonia salta de las hojas de Tío Vania para encontrarse con Andrei, que desde Las Tres Hermanas hasta este café de Moscú todavía carga el peso de su Natalia, de su compulsión al juego, de sus borracheras, de su melancolía y de su humor.
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Brian Friel lo sabe cuando escribe AfterPlay; pero tambièn tratará de ignorarlo. Tratará con su pluma de re-crear dos soledades que vuelvan a nacer en ese nevado bar para poder elegir(se) y dejar de esperar eternamente lo imposible. Con el recurso del “teatro dentro del teatro”; con delicadezas, con ambigüedades, con precisiones y con ironìas; hará hablar a estas dos almas errantes veinte años después de que Chéjov le imprimiera su sello poètico.
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La puesta de Marcelo Moncarz, que junto con las delicadas y emotivas interpretaciones de Lidia Catalano y Miguel Moyano, logra un clima con-movedor (que mueve a la emoción y que permite seguir atento a la poética de la escena), demuestra que se puede a-postar a un teatro despojado de ostentaciones y petulancias; que se puede recurrir al cuerpo del actor como herramienta fundamental de la emoción y transmisión de la obra; y que los textos clásicos –justamente porque son clásicos- siempre pueden vibrar y enaltecernos en la jungla fausta de nuestra cotidianidad ordinaria. Quizás la adaptación peque de extender la primer escena en rodeos informativos –necesarios pero no imprescindibles- que atan a los actores a un dialogo de preguntas y respuestas y hacen monocorde el clima inicial; pero –vodka mediante- a partir de la segunda escena la obra remonta inmediatamente en su poética y en su ritmo.
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Los personajes de AfterPlay se encuentran en un Moscú pretérito; pero bien podemos hallarlos en las calles de una Nueva York asceta, en el Buenos Aires huidizo, o en el camino del tren que une el fastidio rutinario de una jornada mal remunerada con la esperanza de un regreso dichoso.
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Como nos lo recuerdan Sonia y Andrei no hay fábulas que no revivan nuestros fantasmas, ni ficciones que no estén matizadas por verdades históricas y angustiantes del alma humana.
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Jacques Lacan habría pronunciado que “la verdad tiene estructura de ficción”: esto quiere decir que había escuchado de Freud su famoso apotegma “mis histéricas me mienten”. Con dicho descubrimiento, el Maestro Vienés nos presenta el Fantasma; la Realidad Psíquica con la cual todo Sujeto es tomado.
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Esto quiere decir que no hay verdades que toquen “la punta de lo real” más fehacientes y mejores estructuradas como las que se dicen con el olvido, con el chiste, con los sueños o con los lapsus. Recordemos a O.Masotta: “El hombre está estructurado como un chiste”. Es decir, con la quimera del engaño con que la barra del significante divide a todo sujeto entre lo que enuncia y lo que reprime. “La angustia es lo que no nos engaña”- sentenciará Lacan, y agregará sin demora que es “el único afecto”. De allí la importancia que cumple la Angustia en nuestra clínica como brújula del deseo. Esto quiere decir –entonces- que la Palabra engaña; que Freud descubre que el Sujeto bañado por el Lenguaje (que no existe; ya que lo que existe es el neologismo LaLengua que Lacan acuñara) es un Sujeto que miente. Si queremos, incluso, podríamos decir que esa mentira, esa barradura, es la gran diferencia con el animal. Por dar un sólo ejemplo: sabemos que el Tero pega un grito alejado del pozo donde puso sus huevos para engañar al resto; pero lo que el Tero no puede hacer es pegar el grito en el mismo lugar donde pone el huevo. También Jacques Derridá nos recordará que sólo un ser parlante puede mentir.
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El texto de Brian Friel demuestra con sutilezas y con ironías; que –como nos enseñó Lacan- la sustancia es el engaño que –dividiendo al sujeto- lo obliga a deshacer(se) y a armarse desde un real del cual el síntoma construye su cuerpo. Como sabemos, para Lacan, “lo realmente simbólico” es la mentira; a la cual él le opone “lo simbólicamente real”, es decir que hay en lo simbólico algo real donde encontramos la angustia; siendo el síntoma aquello que conserva el sentido de lo real; de allí su “infracción sintomática”.
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AfterPlay nos hace algunas preguntas claves; preguntas que el personaje de Sonia se lleva colgado en sus espaldas para reafirmar que –como buena neurótica en donde el deseo se define por su insatisfacción- puede haber una trampa en dejar de desear lo imposible, valga el cuasi pleonasmo. ¿Qué sucede después de la Ficción, de las Fábulas, de las verdades disfrazadas? ¿Podemos los sujetos salir de la "sala de espera" y atrevernos a vivir el día a día, desafiando el goce que todo fantasma engarza? ¿Puede un analizante desear lo que quiere, querer lo que desea; cuando –como sabemos- toda la problemática no es que un sujeto tiene un deseo sino que el deseo LO TIENE al sujeto? Siendo el Sujeto tomado, capturado, por el deseo; el fin del análisis apuntaría, en todo caso, a hacerse cargo y quitarle la cobertura gozosa que incluso llega a confundir con la insistente demanda.
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AfterPlay fue estrenada en Londres en el 2002. Hoy, en Buenos Aires, estos dos personajes vuelven a recordarnos, como otrora nos recordara Jorge Luis Borges, que no hay sujeto que no haya escrito una línea digna de ser leída como así mismo, digna del Infierno; que la felicidad es frecuente; y también la desdicha.
Marcelo A. Pérez
La obra se estrena en el Teatro Andamio`90. Buenos Aires, Argentina. Enero del 2010.
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