Desde Colombia
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El analista debe curarse de su furor sanandi.
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Todo psicoterapeuta se encuentra en una posición de poder respecto a sus pacientes, y en esa posición él puede hacer uso de la sugestión sobre aquel. La acción del psicoanalista no es sugestiva; su acción se reduce o es consecuente con la estructura de la palabra. Por eso dice Lacan (1975) que el analista debe aspirar a un dominio tal de su palabra que sea idéntica a su ser; el analista debe saber en qué su acto, que es un acto de desciframiento, corresponde a la estructura de la palabra. La palabra es algo que rebasa al sujeto, es decir, no es de su dominio, ni del dominio del analista; la palabra es del dominio del Otro. Por esta razón el poder en la relación analítica es el poder discrecional del oyente, no el poder del Amo, poder discrecional que consiste en que el sentido de lo que se dice, depende de quien lo escucha.
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En la psicoterapia la palabra del terapéuta suele responder al pedido del paciente, satisfaciendo su demanda, lo que coloca al terapeuta en posición de Amo, de aquel que sabe lo que el otro necesita en tanto que se conduce por su furor sanandi; esto es lo que lo mueve, es decir, el deseo de sanar, el cual es lo que en última instancia opera en la psicoterapia. Sobre esto Freud dice que el analista debe curarse de su furor sanandi, y es por esto por lo que el analista se debe psicoanalizar. ¿Si el deseo no es el de curar, cuál es el deseo del analista? No es otro que el deseo de que otro descubra su inconsciente y se las vea con él, de la misma manera que él lo ha hecho en su propio análisis.
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Un análisis es la cura que se espera de un analista, dice Lacan con ironía. ¿Es entonces una psicoterapia la cura que se espera de un psicoterapeuta? ¿Qué diferencia hay entre una cura y otra, además de la diferencia en el empleo de la palabra? El analista es el producto de un análisis. ¿De qué es producto el psicoterapeuta? Parece ser que cuando alguien no se somete al análisis se vuelve psicoterapeuta, producto también de discursos universitarios y del amo, que creen saber como responder al sufrimiento del otro. Lacan dirá que una psicoterapia es una manipulación bien lograda.
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Todo psicoterapeuta se encuentra en una posición de poder respecto a sus pacientes, y en esa posición él puede hacer uso de la sugestión sobre aquel. La acción del psicoanalista no es sugestiva; su acción se reduce o es consecuente con la estructura de la palabra. Por eso dice Lacan (1975) que el analista debe aspirar a un dominio tal de su palabra que sea idéntica a su ser; el analista debe saber en qué su acto, que es un acto de desciframiento, corresponde a la estructura de la palabra. La palabra es algo que rebasa al sujeto, es decir, no es de su dominio, ni del dominio del analista; la palabra es del dominio del Otro. Por esta razón el poder en la relación analítica es el poder discrecional del oyente, no el poder del Amo, poder discrecional que consiste en que el sentido de lo que se dice, depende de quien lo escucha.
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En la psicoterapia la palabra del terapéuta suele responder al pedido del paciente, satisfaciendo su demanda, lo que coloca al terapeuta en posición de Amo, de aquel que sabe lo que el otro necesita en tanto que se conduce por su furor sanandi; esto es lo que lo mueve, es decir, el deseo de sanar, el cual es lo que en última instancia opera en la psicoterapia. Sobre esto Freud dice que el analista debe curarse de su furor sanandi, y es por esto por lo que el analista se debe psicoanalizar. ¿Si el deseo no es el de curar, cuál es el deseo del analista? No es otro que el deseo de que otro descubra su inconsciente y se las vea con él, de la misma manera que él lo ha hecho en su propio análisis.
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Un análisis es la cura que se espera de un analista, dice Lacan con ironía. ¿Es entonces una psicoterapia la cura que se espera de un psicoterapeuta? ¿Qué diferencia hay entre una cura y otra, además de la diferencia en el empleo de la palabra? El analista es el producto de un análisis. ¿De qué es producto el psicoterapeuta? Parece ser que cuando alguien no se somete al análisis se vuelve psicoterapeuta, producto también de discursos universitarios y del amo, que creen saber como responder al sufrimiento del otro. Lacan dirá que una psicoterapia es una manipulación bien lograda.
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¿En qué radica la diferencia entre psicoanálisis y psicoterapia?
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Toda psicoterapia involucra unos ideales y por lo tanto opera con prejuicios. El análisis tiene una especificidad tal que queda por fuera de todo ideal; inclusive está por fuera del alcance de toda explotación ideológica en la que cae la psicoterapia al jugar su rol dentro del discurso ideológico imperante, reduciendo su trabajo a una técnica de reeducación emocional o afectiva o a una readaptación de las relaciones, técnica que termina siendo un fracaso ante la insistencia del inconsciente y de la pulsión, por eso el análisis no cambia en nada la realidad del sujeto sino que modifica su posición frente a esa realidad.
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Las psicoterapias responden a la fuerte demanda que se orienta en el mundo contemporáneo a la ideología moderna, lo que tiene como efecto transformarlas en un objeto de consumo que ha llegado inclusive a reducir el análisis a una relación dual. El dominio implica siempre una técnica, es por esto por lo que las psicoterapias recurren a ella. Si uno busca lo especifico del análisis en este nivel de lo terapéutico‚ con lo que se encuentra es con una babel de opiniones. En el nivel de lo terapéutico no se puede encontrar lo específico del análisis. Este no responde de una técnica sino de una ética, esto es, de una posición en la que el analista no aplica ningún método estándar; a quien hay que interrogar sobre la aplicación de un método es al paciente, quien es el que asocia libremente.
¿En qué radica la diferencia entre psicoanálisis y psicoterapia?
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Toda psicoterapia involucra unos ideales y por lo tanto opera con prejuicios. El análisis tiene una especificidad tal que queda por fuera de todo ideal; inclusive está por fuera del alcance de toda explotación ideológica en la que cae la psicoterapia al jugar su rol dentro del discurso ideológico imperante, reduciendo su trabajo a una técnica de reeducación emocional o afectiva o a una readaptación de las relaciones, técnica que termina siendo un fracaso ante la insistencia del inconsciente y de la pulsión, por eso el análisis no cambia en nada la realidad del sujeto sino que modifica su posición frente a esa realidad.
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Las psicoterapias responden a la fuerte demanda que se orienta en el mundo contemporáneo a la ideología moderna, lo que tiene como efecto transformarlas en un objeto de consumo que ha llegado inclusive a reducir el análisis a una relación dual. El dominio implica siempre una técnica, es por esto por lo que las psicoterapias recurren a ella. Si uno busca lo especifico del análisis en este nivel de lo terapéutico‚ con lo que se encuentra es con una babel de opiniones. En el nivel de lo terapéutico no se puede encontrar lo específico del análisis. Este no responde de una técnica sino de una ética, esto es, de una posición en la que el analista no aplica ningún método estándar; a quien hay que interrogar sobre la aplicación de un método es al paciente, quien es el que asocia libremente.
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Las psicoterapias siempre conciben la relación terapéutica como una relación dual, desconociendo la presencia de la palabra como tercero simbólico, lugar donde radica el efecto de la palabra, porque ella realiza en ese Otro sus "trucos" -metáfora y metonimia- en tanto que "el inconsciente tiene la estructura radical del lenguaje" (Lacan, 1999, p. 574). La palabra en la técnica analítica opera de tal manera que en la sincronía de la palabra (p. ej. el lapsus) aparece la diacronía del sujeto, es decir, una palabra resume toda su historia, por eso es posible matematizar la función de la palabra en el psicoanálisis. La psicoterapia le da primacía a la palabra como narración diacrítica de la historia del trauma del sujeto, cuando lo que ocurre es que la historia del sujeto se escribe en la sincronía que delata su fantasma fundamental, objeto del análisis que se conduce hasta sus últimas consecuencias.
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HERNANDO BERNAL
Colombia, Diciembre, 2009.-
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