El Goloso YO del Sujeto

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Sabemos que el gran enemigo del psicoanálisis es no tanto la medicina sino, como lo expresò M.Foucault, la psicología; que constituye al decir de Lacan un “error de apreciación del ser humano”. Pero aún hay algo peor que Lacan combatió toda su vida porque es –justamente- lo inverso a la lectura que él mismo hizo de la obra freudiana: la psicología del Yo. Este goloso Yo, o Ego o Self como muchas escuelas anglosajonas piden nombrar; es –vamos a decirlo de entrada- causa de grandes males para el Sujeto. No de todo mal; ya que el YO es el almásigo de la Defensa y si hay Defensa hay protecciòn; pero demasiada protecciòn indica brùjula para el pito-catalán del deseo.
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Pero demos un pequeño rodeo antes: Sabemos que en los tres registros de Lacan, el de lo Imaginario –que no es dable despreciar ni minimizar obviamente- correspondería a la superficie del Cuerpo; es decir –tal como lo definió Freud- al Yo. Sabemos que el Sujeto entra al campo de este imaginario (es decir; construye su Yo –el Yo no viene desde el vamos, es una construcción del Sujeto que muchas veces falla-) a partir de la imagen de Otro que Lacan bien conceptualizó en el harto conocido Estadio del Espejo. Y finalmente –vamos rápido, lo sé- que Lacan ha diferenciado (su lalengua lo permite) el je del moi; y que el MOI (el Yo de lo Imaginario, a diferencia del je de la enunciaciòn) no es el ICH. Es decir que la frase del maestro vienés Wo ES War soll ICH werden deberá leerse muy diferente a cómo lo hacen los postfreudianos (Ego-Psycho a la cabeza). Donde se dice: “El Yo debe desalojar al Eso” deberá escucharse “Allí donde el ESO estaba es ético que advenga el SUJETO” Por tanto, ya desde el vamos, sabemos que el ES -el ESO; el ELLO para algunas traducciones- no es lo Inconsciente; y que el ICH no es el YO; sino la divisiòn –la Spaltung freudiana- del Sujeto. ¿Y qué es el ES/ESO/ELLO? Es pues la sede del Goce –leamos el Seminario 11- ya que, como también sabemos, lo Inconsciente sólo se ordena en un discurso. Es decir: Goce por un lado, Deseo por otro.
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Bien pues; vayamos finalmente al punto crítico: por qué el psicoanálisis propone justamente el anverso del Otro-Psicoanálisis. Bien expresará Lacan en el Seminario mencionado up supra que en un final de análisis se tratará de inclinar el Espejo; es decir el A; es decir, barrar al Otro. Es decir, y si se trata de inclinar un espejo, entender pues que el YO es sede de espejimos; pura defensa, núcleo central de toda defensa. Vayamos a un ejemplo concreto de uno de los tres mitos tomados por Freud: Narciso. Su imagen - petrificada, cristalizada – paralizará su deseo. Por contemplarse, por mirarse infinitamente, no se permitirà tomar agua; renunciará a su sed. Quedará así inmóvil, muerto ante su deseo, a costa de seguir reflejándose en ese espejo acuático. Ahora bien: como sabemos esa imagen viene del Otro; es la manera que el Otro lo tomó para su goce; de ahí explicamos fácilmente cómo un Sujeto (con su YO pétreo) puede creerse que es el FALITO de mamá. A veces ese falito es la inteligencia, la belleza de moda, las medallas del deporte, los puestos jerárquicos; otras veces –como dirá O.Massota- es el “salame de mamá”. Creerse el falo no es más, en términos técnicos, creerse que puede colmar la falta –incestuosa obvia- que organiza el deseo de la Madre. Creerse el falito no es más, pues, que prescindir de la castración: más YO, menos Sujeto. Por eso Lacan ha llegado a decir que el Sujeto está enfermo de YO; el YO es pues, para nosotros seguidores de las enseñanzas del maestro francés; una enfermedad; o –para decirlo más rigurosamente- un síntoma.
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¿Y cómo podemos pensar que si el sujeto demanda un análisis porque su estructura le hace síntoma; entonces nosotros le vamos a engordar dicho síntoma, su Yo, como si fuese un problema de carencia vitamínica? ¿No sabemos acaso que todo neurótico que se precie llega a nosotros totalmente infatuado? ¿No nos darnos cuenta que su discurso tiende a plantarse en el plano imaginario a-a´ del esquema Lambda y que, justamente, de esa Palabra Vacía hay que buscar el Habla Plena? ¿Cómo vamos a permitirnos que el sujeto se orgullezca (en términos criollos, se la crea) ya sea de su inteligencia, de su bondad o de sus buenas costumbres?
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Parece que estas preguntas, un poco obvias, todavía siguen dividiendo aguas entre ciertos psicoanalistas ingleses y americanos y nosotros que, clínica mediante, estamos bien predispuestos a escuchar los entredichos de la falla del sujeto, harto más que su obeso, gordinflon y petrificado discurso de infatuación. Es decir, dispuestos a entender que, como dijo el poeta Discepolín, el Otro ha hecho que el sujeto no sea más que un tomate que se creyó una flor.
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marcelo augusto pérez.
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