El Sombrero
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ELLA DIJO:
Sos mío.
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ÉL miró con orgullo de infatuación y de completud.
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ELLA DIJO:
Sos mío. Y no soportaría ni pensar que otra te toque la piel.
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ÉL siguió creyendóle que ella lo amaba.
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ELLA DIJO:
Voy a cocinar para vos, a cuidar de vos, a darte todo lo que pueda.
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ÉL estaba exhausto de emoción; era capaz de abandonar todo por ella.
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ELLA DIJO:
Te amo.
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ÉL miró sus labios violentos, su pelo azabache, sus orejas de racimo de néctar.
Quiso reinvindicar el pacto.
Sacó un sombrero de paño atercipoledo como sus ojos, se lo puso sobre su cabeza púrpura
y sentenció una demanda:
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ÉL DIJO:
Qué bien te queda ese sombrero.
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ELLA -sacándose el capelo- DIJO:
No. A mi los sombreros no me quedan bien.
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Ella, con una sonrisa histriònica, siguió caminando por la calle,
calle de piedras robustas y resistentes, como su corazòn.
Èl, lànguidamente, ya no dijo nada.
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m.a.p.
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